Amor a Dios

El amor a Dios es también un concepto, una idea reproducida en numerosas sociedades, una potencializada figura psicológica, que nos ha supuesto, en todos sus rituales y discursos de sustrato político, una actitud de renuncia y control para las pasiones del cuerpo. La realización de un amor pagano es vulgar o disoluble, no es un amor concentrado, objetivizado, dirigido a un individuo o ente de valor supremo. En cambio, el amor pagano (absurdo, irresponsable, loco, irracional) es conflictivo para quien sólo ha asumido el amor desde la figura psicológica divina. El amor a Dios no es, en ninguno de sus significados, corporal. Y si el cuerpo aparece, aparece conceptualizado, definido, aislado de su potente realidad. El amor de las sociedades occidentales modernas está significado desde figuras puramente psicológicas, el afán último para lograr una estabilidad es construir o adoptar un concepto de amor para evitar incertidumbre. La pretensión del amor a un Dios absoluto es que no puedan emerger preguntas. Sin embargo, la conciencia humana se hace preguntas, casi inevitablemente, porque cuando las sensaciones son potentemente reales se llegan a generar conflictos si la idea de amor que se establece es excluyente del valor significativo de las sensaciones, se llegan a fragmentar los significados del amor por el conflicto. Si un amor es conceptual e ideal (fijado en el valor de los compromisos y la programación) marca división, separa mente y cuerpo. Ante esto el amor a Dios exige que se condene el cuerpo definitivamente y se sostenga el ego para que controle las pasiones impuras del cuerpo y no emerja pregunta alguna. Pero siempre de toda separación, de toda división o fragmentación, emergen preguntas.

-Movimiento y densidad. Una narrativa de nuestra especie. (fragmento) / Ricardo Barrios (Inédito).


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