¿Política o ciencia? / Notas (1)

La objetividad es también un valor (inestable) que ha logrado su punto más alto con la realización política de algunos absolutos institucionales. Pero en el conocimiento, que supone la voz de distintas visiones, no se ha logrado la estabilidad definitiva del sentido de la objetividad. Su inestabilidad es desaprobada y se insiste en que tenga su realización más contundente, como las instituciones políticas que crean formatos de sociedad y limitan las reacciones de los que no se conciben en un único formato. La ciencia, para su lugar en el podio de las agendas políticas de países desarrollados, ha tenido que ir un poco a favor de la corriente y aferrarse a cierto tipo de determinismo. Esto no se asume ligeramente precisamente porque no es fácil desaferrarse de la seguridad institucional que ha logrado la ciencia. Más en detalle, porque ya lo anterior ha sido comunicado por distintos medios no institucionales, la objetividad es un repliegue de todo lo que ha ocurrido con la ciencia. Los intelectuales, para pensar por fuera de la cabeza del monarca, tuvieron que prometer que no desordenarían el reino ni al pueblo. Pero reflexionar apasionadamente nos mueve tanto que terminamos viendo más allá de los límites del reino y tenemos la tentación de compartir lo que reflexionamos. Pero, está el acuerdo con el monarca, y el intelectual no quiere que se condene la labor y prefiere mantener en buen puesto la ciencia de la reflexión para que la violencia del monarca no sea la que condene desde su ilusoria jerarquía. 
El monarca le teme al que reflexiona, por eso la mayoría de las sociedades aniquilan a quien quiere enseñarles. La ingenuidad puede encontrar la violencia e imponer un formato, pero la reflexión no cabe en un formato ni se mueve por la violencia. La objetividad de todo pensamiento siempre supone un registro conceptual competente y legítimo dentro de un área de estudio, eso lo valoramos como: ampliación en detalle del estudio. Y no es otra cosa que la limitación del método a un caso aún más particular, la necesidad de develar lo atómico. 
Lo que no dijo de manera definitiva Albert Einstein es demasiado significativo porque tiempo-espacio son relativos, y el átomo también. Si el átomo es relativo, y suponiendo que, de manera representacional, el átomo sea el sujeto que observa, habría que observar las características de todos los valores que ha logrado construir el sujeto pensante y la condición de relatividad de todos estos valores. Si el átomo es relativo la Historia ha estado describiendo nuestros acontecimientos humanos sobre una línea de tiempo tan ilusoria como limitada. El pensamiento científico y el sujeto son tan relativos como el tiempo-espacio.

La ciencia está concentrada en los hechos atómicos y supone así una ampliación de sus registros de conocimiento, es decir, acumula descripciones y explicaciones de hechos atómicos. Pero el conocimiento, privado por la monarquía y sus agendas políticas para la ciencia y la investigación, no puede toda su potencia porque tiene un acuerdo de no desorden con sus auxiliares: el estado y las empresas. Esta dinámica de acumulación de registros de conocimiento está sepultando lo que primordialmente (desde hace miles de años) significa conocimiento. Conocer no es acumular y así los profesores enseñan en la escuela: -La tierra mide, pesa, forma, dimensión. Pero jamás dicen que la tierra es un ser vivo. El formato y la regla limitan el conocimiento, es preciso entender que la norma es sólo la superficie de lo que es constantemente irregular, ¿cómo nos vamos a conocer a través de normas si somos en nuestra vida irregularidad constante?  

Notas / Ricardo Barrios Tejeda

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1 comentario:

Las palabras mayores vienen de bocas antiguas. Las palabras menores están en los libros.