Sobre Freud y el psicoanálisis / Notas (2)

Freud buscaba exorcizar sus demonios y creó en su búsqueda el psicoanálisis. Tiene esto mucho de diagnóstico de un perfil mental, y tal es lo que ocurre con el padre del psicoanálisis porque logra crear una respuesta limitada (definitiva) a un espectro mucho más amplio que sus propios demonios. El psicoanálisis de Freud no ve sino fantasmas, proyecciones irregulares de la psique que brotan desde la realidad corporal y su conflicto con el espacio de realización orgánica. Freud no superó los juicios que se significaron para él, y para sus métodos de psicoanálisis, porque de sus juicios casi siempre la base fueron sus propios fantasmas y los de su época. El psicoanálisis no es fundado por una mente anónima integrada a la totalidad de las experiencias corporales, las sensaciones, sino que es pensado por un hombre que se pensó desvinculado de la vida en todas sus dimensiones y todos sus significados. Freud hizo de sus demonios y fantasmas la base de su ciencia. El psicoanálisis no tiene más que su realización en los límites de la visión en conflicto que tenemos del cuerpo en nuestras sociedades.

Muchos pensadores hicieron de sus métodos su visión de mundo porque creyeron tanto en el método que se limitaron a su construcción y a vivir del éxito de éste para responder a las preguntas más consientes tal como funciona un programa estable y determinado: con resultados, efectos o productos. La mente no se estudia a través de la programación de un método que busca, insaciablemente, un resultado, una verdad.  Si quien sobre la mente quiere tratar sus investigaciones y no se ha realizado en eventos de sensación corporal, tiene que encender más de una llama en su vida para que cada instante de claridad de la llama le permita observar cómo son sus sombras más grandes y donde empiezan los límites de su conciencia. Las sensaciones del cuerpo encienden llamas que siempre serán guías para contemplar nuestro interior. El sexo le mostró a Freud sus propios fantasmas, los límites de su conciencia, pero no llegó a encender la llama que le iba a mostrar el sexo como una sensación de liberación de los límites de la mente. 

Notas / Ricardo Barrios Tejeda


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