La culpa / Notas (3)

El concepto de la culpa, además de regular y mantener la prescripción moral, nos ha convertido en seres incapaces para la convivencia comunitaria. Y nos hemos concentrado en esta forma conflictiva de la redención: el otro es mucho más culpable que yo. No es un mal menor pensar que yo soy tan culpable como el otro, porque la culpa no solamente regula sino que trastorna. Mirar sin culpa o mirarse en el otro es la tarea imposible para los miembros de una sociedad que se educa sobre los cimientos de la razón diferencial e instructiva. Un niño que señala a otro ha sido señalado antes por los adultos y manifiesta en muchos casos que los adultos han reproducido el acto de redención conflictivo: aliviar la culpa entregando la responsabilidad de mis actos al prójimo. 
Un adulto está instruido en su persona para cumplir como adulto racional: ser preciso en la justa medida de sus acciones, programar sus labores y ser contundente a la hora de resolver. Si fracasa es penalizado porque la instrucción le enseñó todo para ser responsable, pero, hay algo que siempre falta en la instrucción, no le enseñaron a amar lo que hace. Si alguien no sabe amar lo que hace ¿estará plenamente consciente de qué es lo que está haciendo o simplemente está cumpliendo con una responsabilidad ajena? Si la responsabilidad es ajena, impuesta, no es posible el apasionamiento por la labor que cumple, la conciencia de lo que hacemos depende de la pasión que tengamos por hacer la labor. El amor hacia una labor es precisamente la concientización de lo que se está haciendo y que realmente nace de la persona. La culpa no nace con la persona de manera natural, es parte de la instrucción escolar.  La instrucción la codifica y la configura un gobierno de fundamentos teológicos, se transmite el concepto de la culpa (a través de la escuela que es la directriz de la cultura) ligado a la fijación de la responsabilidad y el compromiso en la personalidad del instruido para que sea un sujeto funcional, un sujeto industrial, un empleado, pero no una persona viva o un ser real.

Escuela, iglesia y gobierno, son las empresas más potentes de toda sociedad, desde ellas se elabora un formato común y se entronan unos valores irrealizables, y la regulación que mide el alcance califica o señala a quien no puede encajar en los formatos comunes, se le declara culpable. 

Notas / Ricardo Barrios Tejeda


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