¿Amor o Control?

Hacemos el amor romántico, racional y conservador. No lo hacemos real, vivo y sano. El amor se ha conservado en los mismos hábitos insanos: posesión de la pareja, limitación de los espacios de vida, presión psicológica, manipulación, violencia, represión, etc. Es cierto que la cultura y sus prácticas repetidas naturalizan determinadas costumbres en la sociedad. Un “te amo” se convierte en un sello de registro de propiedad y de expectativas por el otro, y el otro debe responder con el mismo “te amo”. Para el caso de la otra, la mujer, quien se reconoce en el mundo sintiendo, se confunde con las posibilidades de sentir que están en el panorama actual de la sociedad: el amor ideal. El amor ideal, que está dibujado por sistemas de valores dominados por el hombre, no es realizable y mucho menos sano para la mujer.



El amor ideal, construido desde la racionalización de los sentimientos y la construcción social del amante romántico, no permite la libertad de acción y la realización de sensaciones desde una experiencia femenina del mundo. Un cuerpo de mujer es un objeto del amor romántico: poseer su vitalidad hasta limitar todos sus espacios de autonomía. Así, hoy, la educación y las informaciones que nos definen las realidades del mundo nos mantienen alejados de una conciencia dispuesta a la aceptación de lo otro y de la otra, no asumimos una atención distinta al cuerpo femenino, todavía no lo vemos como potencialidad independiente del dominio violento que ha conservado históricamente la sociedad occidental. 


El amor romántico no es solo un problema social sino un drama psicológico: el que ama sufre. Es todo lo que aceptamos: lo importante se aprende con dolor. Justificamos todo el tiempo toda esta oscura pedagogía y construimos ideales de emociones y experiencias corporales a partir de nuestra visión limitada del aprendizaje. Tenemos problemas de aprendizaje que se conforman desde las escuelas, solo aceptamos que hay una única forma de aprender. El dolor es aceptado como condición inevitable de las experiencias de vida y todo lo que viene como sensación de alivio es sobrevalorado como una experiencia emocional única. Por ejemplo: una persona acostumbrada al dolor posiblemente aceptará la mínima sensación de alivio, de atención breve. Actuamos como enfermos en el amor, pedimos auxilio, dependemos enfermizamente del otro, hacemos del amor una experiencia mental limitada. 

¿Cómo hacer el amor? El amor no es un artificio que se construya desde una idea establecida, para sentir sanamente hay que pensar y vivir sanamente, entender y sentir el aprendizaje de otra manera. El amor no se aprende a través de modelos definitivos: un príncipe azul, un galán (que son las figuras conservadas) o un ejecutivo, un empresario (que son las figuras actualizadas). El encuentro entre dos personas se estimula con situaciones de vida naturales no ideales. Un te amo no puede garantizar siempre la realización de un sentimiento en sanidad, el amor empieza en las pequeñas cosas en las que se encuentran las afinidades, la comprensión, la fraternidad, la colaboración, la vitalidad, el pulso renovador del día a día. Más adentro, hacia el interior, desde el beso, más que el alivio que nos da el encuentro cuerpo a cuerpo, es la relación real de un par o impar según los casos. Un encuentro que se limita a los datos desafortunados de la vida: el dinero, las posesiones, la belleza exterior, la manipulación, el condicionamiento, estos aspectos no permiten ninguna posibilidad de libertad. 

Nuestras sociedades están fragmentadas, enterradas en la individualidad, figuradas en la competencia y concentradas en la despectiva moneda que nos prescribe cómo vivir. Es breve la vida si no se hace con el aprendizaje. La disposición a ver otros caminos para el amor y la vida no aseguran la vida perfecta sino experiencias vitales más intensas y sentidas. 

Espero que los besos no condenen las palabras libres que sentimos en la boca porque el amor es el motivo de la libertad. 




Ricardo Barrios Tejeda / Artículo de opinión




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Las palabras mayores vienen de bocas antiguas. Las palabras menores están en los libros.