Una ciudad en el tiempo

Durmientes, con las esquinas del tiempo, como cuando perdemos la noche. Estamos aquí en la ciudad, dormidos, esperando otra arquitectura para el corazón, con los pasos pidiendo más noches, más esquinas sin días contados. Los poetas andan perdidos siempre en esta calle larga adornada de vejez por tiempos y suma de itinerarios. Si me quedo en la ciudad no será para renunciar a ella, me voy a quedar con las lunas más insólitas y el amor, siempre. 

Pero el amor, como la misma ciudad, espera porque su pasado es largo y se cree que todo volverá a ser magia. Pero ya la ciudad es mágica, puramente ilusoria, fragmentada y soñada de distintas maneras. Nadie sabe qué hacer con su grito, ni con la independencia, porque nunca aprendimos de quién realmente nos liberamos. Vienen las monedas a robarnos la vida entera con su oro en peso haciendo conteo de nuestro esfuerzo, pero sabemos que en la vida real la labor no mide ni pesa. Nos han dicho que el cielo se romperá y dejará que los más humildes entren al reino. Y la ciudad espera…

Estoy aquí porque debo poner mi boca para el grito, no somos libres, la ciudad está camuflada entre los barrotes de oro y voluntad ajena. Nadie quiere esta tierra para todos. La vida quiere ser vivida, no entiende la división, no es natural la fábula de reinos inaccesibles pero la creemos, hemos aceptado un pedazo de pan y otro de miseria. Divididos por la fábula de ellos sí nosotros no, de buenos y malos, de misericordia y esperanza, nos detuvimos en un momento de la historia hasta convencernos de que ya no es posible pensar la ciudad de otra manera. Dios proveerá, nos resignamos al trabajo y a apoyarnos en algún amor que nos redima del sinsabor de esperar de Dios lo que los hombres han robado durante todo nuestro tiempo histórico. La libertad se trabaja también, se cultiva, se siente. Ninguna idea violenta debe permanecer en nuestros sentires, ningún rostro debe ocultarse en las esquinas, el amor no debe disfrazarse para la dura arquitectura de la noche. Hay que abrir las calles de la sangre, escribir con el pulso orgánico nuevos días, construir para el encuentro no para la diferencia. 

Sincero, digo, con toda la vida de mis letras, que sueño el amor de otra manera en esta ciudad, que sus habitantes, perdidos en medio de una historia falsa, no tienen comunidad, ni familia, ni pueblo, no perece la esperanza por la fe que nos enseñaron, sin embargo, no es suficiente un dios para levantar un pueblo, se necesita labor y responsabilidad, cuerpo vivo, sentires, voluntad. La realidad humana está cambiando, vamos a pensarnos el cambio sintiendo de otra manera. 



Cartagena de Indias, 2013 

Ricardo Barrios Tejeda





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