Entre luciérnagas y lámparas. Apuntes sobre los terrenos del conocimiento.

Se cree que no hay conocimiento en la palabra nosotros y que en la palabra sujeto está la promesa de una verdad.




Una lámpara se pierde en las sombras y deja sus maneras cuando ya no se extiende con su fuego para luz. La luz es física pero espiritualmente la luz está más en sus temperaturas (temperamentos), una lectura viva sobre el universo podría asociar las dos visiones si hay conciencia de ampliar las limitaciones construidas por las categorías. Tanto física como espiritualidad o lo que hemos sintetizado en occidente como “metafísica” no tienen propósitos opuestos. La auténtica manifestación metafísica tendría siempre que realizarse en el valor corporal de lo inmanente, lo terrestre. La metafísica se hace turbia en la supervisión que se hace desde las eminencias que prescriben o controlan las expresiones espirituales de libertad. 

Los seres humanos no saben distribuir bienes cuando aprenden nada más que a realizarse como seres individuales y fragmentados, los limita su ilusoria autonomía que no es más que una individualidad que se dedica a la competición por obtener bienestar material inmediato. Para una figura humana individual no hay razón suficiente para repartir los bienes y la tierra, no ve ninguna realización positiva para el desarrollo en las actividades ancestrales que cuidan la tierra y sus diversidades, no tiene otro aprendizaje que objetivizar todo e instrumentalizarlo, tampoco aprendió la tierra como ser vivo sino como un objeto que por deber ser tiene que ser usado e industrializado para hacer concreto el desarrollo económico. Aquí la metafísica parece no lograr intervenir pero sí condiciona, la lectura tiene que hacerse, sugiero, desde las formas que asume el conocimiento científico e institucional y la indiferencia ante las visiones de las otredades que son comunidades de conocimiento vivo asociado con el entorno y la totalidad de la naturaleza. 

¿Cómo el investigador de ciencias sociales podría vincular dos tradiciones en las que una de ellas se ha esforzado por lograr la legitimidad absoluta y para siempre, y la otra, se niega a la violencia pero quiere proteger el territorio y sus diversidades? Responder parece ser una decisión que implica una visión más amplia de la realidad científica y humana, relacionando en esa visión programas como la política, la antropología, la lingüística, la sociología, la geografía, la historia, la filosofía y los estudios de las artes, entre otros. La relación implicaría también a las ciencias con programas diferenciados como la física, la química, la cosmología (que es la primera metafísica). Occidente tiene que juntar sus pedazos, superar la relatividad y dejar de pensar el mundo con la fragmentación del conocimiento. 

La formación intelectual debe proponerse, para la salud humana, integrar saberes, las ciencias sociales lo están haciendo, las investigaciones tienen gestos de integración y eso ha permitido llevar la relatividad a otra sustancia más soluble. Por ejemplo, el pensamiento complejo fue declaración de un momento en que había que anunciarlo: -¡las teorías pueden asociarse! -. La relatividad hace fisuras en nuestras comunidades de conocimiento y se ha naturalizado como una realidad necesaria e inexorable, pero eso puede ser visto, por los críticos de hoy, como un acto irresponsable o una salida demasiado facilista: todo es relativo. El método nunca es suficiente, si el método no logra medir una realidad no es porque la realidad sea necesariamente relativa, la fe en el método y su rigor limita la mirada, toda ciencia en la búsqueda de su legitimación procuró definir siempre una mirada dirigida, alineada a unos propósitos para ser auténtica, sin embargo, teniendo acceso a las grandes bibliotecas podemos comentar algunos casos de relación en los distintos saberes, sobre todos los puntos de encuentro entre la biología y la fenomenología de la religión o la más evidente, la filosofía “antigua” y la política. 

La relatividad se institucionaliza sin problemas, se naturaliza en las investigaciones y se produce un conocimiento limitado, recortado y fragmentado de la realidad para que la humanidad se mantenga en la plena conciencia de que la realidad está fragmentada y que lo único posible para nuestro bienestar es la individualidad y la competencia que sin darnos cuenta todos se impone como forma de vida creado por el sistema mundo económico. 

La lámpara no es una luz natural, las luciérnagas se mueven en la noche con su pedacitos de sol bajo las alas, en las instituciones y comunidades de conocimiento eso no es suficiente para el asombro o la revitalización de los valores de la naturaleza, aún se sigue soñando con que las lámparas nunca se apaguen así sea que su luz artificial no nos permitan ver las abundantes estrellas. 

Seguimos con la mirada dirigida hacia el conocimiento industrial, ¿cómo cambiar nuestra forma de aprender nuestro entorno, sus símbolos, sus significados y su condición ancestral?


Ricardo Barrios Tejeda




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Las palabras mayores vienen de bocas antiguas. Las palabras menores están en los libros.