Filosofía, sentido común. / Notas (6)

La filosofía es, inevitablemente, desbordante. Aborda para desbordar, y viceversa. Se construye y se desarma, a veces en renuncias o en entregas, pero aún así no se define todo su ejercicio. Para pensadores formados lejos de la vida popular, el pensamiento filosófico se construye en el desbordamiento del sentido común. Y esta filosofía se marca en la realización personal de la reflexión y el análisis metodológico, pretendiendo la búsqueda de superación de lo inmediato para reposar la agitación de la movilidad vital y lo que trae consigo: la condición inesperada e inestable de la vida gregaria.

Pero, sin exigir la diferencia para su legitimidad, la filosofía que aparece como otra, como crítica, más allá de los ejercicios de escritorio y de los claustros, sucede como el desbordamiento del sentido que rompe los límites del análisis y del método haciendo camino hacia una búsqueda fantástica y poco legítima para el doctorado pensante. Dicho en otras palabras, la filosofía juega desbordando el sentido común, no para aniquilarlo como significado sino para descifrarlo como sentido simbólico. El sentido común es la fijación sintetizada de algo cifrado y que en su develación expone, sin perturbación, una situación vital de amplio significado. 

Cuando el ejercicio filosófico aniquila los significados del sentido común solo le queda apostar a la perfección del método de análisis, y alejarse del saber popular. El sentido común guarda siempre alguna potencia, ya sea un símbolo plural en el que se inscriben dos culturas o más y en él, en su devenir, se acentúa la hibridación de varias miradas trascendentales. El método no es suficiente en sí, depende de la cantidad de registros y la medida calculada de conceptos y características regulares que se puedan definir en un concepto determinado. El saber popular no construye métodos ni proyectos para registrar lo regular de un saber, es mucho más sencillo y accesible: para aprender hay que sentir y hacer. 

Todo territorio guarda en su raíz un amplio almacén simbólico que se significa con el hacer y el sentir de toda una comunidad: así se mantienen las tradiciones de saberes. Así, desde la identidad y la simbología que se cultiva desde el territorio de una comunidad se expresan los saberes ancestrales, con estas dinámicas se pueden comprender las características de los saberes que anteceden todo lo que, muchos siglos después, los registros históricos occidentales determinarían como filosofía y que con absoluta certeza se declararía que ésta se originaría en la tradición grecorromana (sic).  


El sentido común, el sentido simbólico, las significaciones que se realizan constantes en la comunidad, son innegables, no se pueden aniquilar en la búsqueda del conocimiento, porque los significados que adquieren su sentido en la comunidad se manifiestan desde un tejido sólido, desde un Nosotros. Precisa el filósofo entonces, en vez de esforzar su espíritu para superar lo inmediato, abandonar el absolutismo y la metodología de esta manera: desbordándose él mismo hacia la comunidad y sus significados.

Notas / Ricardo Barrios T.



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